LUIS GÓMEZ Madrid 10 ABR 2015 - 17:39 CEST
El lugar importa. La crisis no afectó a todos los territorios por igual. No fue un fenómeno homogéneo, que se pueda liquidar con medias aritméticas. Hubo 3,5 millones de trabajadores que fueron expulsados al paro entre 2007 y 2013, pero en unas localidades el terremoto social tuvo una magnitud muy superior a otras: Castellón registró seis veces más paro que A Coruña, y Priego (Córdoba) sufrió 10 veces menos desempleo que Torre Pacheco (Murcia). Varios expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)han trasladado la crisis económica a un mapa de España (Atlas de la crisis) y han identificado dónde ha residido la España más vulnerable (perdedora en su terminología) y cuál ha sido la España resistente.
El estudio, dirigido por el demógrafo Ricardo Méndez, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía, dependiente del CSIC, ha tratado de poner cada capítulo de la crisis en su sitio. A través de 15 indicadores provinciales y 8 indicadores locales recogidos entre los años 2006 y 2013, los expertos han podido determinar con cierto detalle (poblaciones superiores a los 20.000 habitantes) la geografía de la crisis económica. “Nos animó a seguir el estudio comprobar que el impacto no era el mismo entre ciudades de una misma región y del mismo tamaño”, explica Méndez. El estudio abría una nueva perspectiva: las desigualdades territoriales.
¿Dónde se sitúa la España perdedora? Si se dibuja una línea imaginaria entre Irún y Huelva, el Este de la península es perdedor y el Oeste, incluidas las Islas Canarias, Ceuta y Melilla, es resistente. “El impacto de la actual crisis ha sido máximo”, dice el estudio, “en aquellos territorios cuyo crecimiento reciente supuso una elevada exposición al riesgo, al especializarse en actividades de baja productividad y fuertemente cíclicas como la construcción, las industrias auxiliares o los servicios al consumo, con elevados niveles de empleo poco cualificado y precario, junto con un modelo de urbanización dispersa muy intensivo en el consumo de suelo y recursos naturales”. Esta reflexión rememora la España de urbanizaciones que se han quedado desiertas y de polígonos industriales abandonados.
Los datos fueron haciendo su trabajo. Los expertos utilizaron indicadores económico-laborales (población ocupada, PIB por habitante, número de empresas…), indicadores socio-demográficos (movilidad residencial, emancipación de los jóvenes, número de manifestaciones…) e indicadores inmobiliarios (volumen de hipotecas, ejecuciones hipotecarias, precio medio vivienda libre…). Y cada uno se fue situando en el mapa: así, por ejemplo, en las ciudades malagueñas de Fuengirola, Mijas y Estepona, el número de ejecuciones hipotecarias creció un 1.000% respecto a los años anteriores a la crisis mientras esa subida apenas alcanzó el 50% en poblaciones como Mieres, Langreo, Leioa, Getxo, Eibar o Ceuta. Otros datos ofrecían información complementaria: Cuenca y Soria fueron las peores en cuanto a emancipación juvenil, todo lo contrario que Melilla. Hubo provincias que sumaron un buen número de manifestaciones de protesta (Girona, Álava, Teruel, León y Albacete) durante los primeros años de la crisis y fueron relevadas por Castellón a partir del año 2009.
Una de las sorpresas relativas del estudio fue comprobar que el impacto de la crisis fue relativamente moderado en provincias interiores (Lugo, Ourense, Badajoz y Zamora), algunas de ellas tenidas por despobladas o deprimidas. La razón es muy sencilla: se vieron “poco implicadas en el crecimiento de la burbuja inmobiliaria y su posterior pinchazo, con un empleo público que las protegió en los inicios de la crisis y ha dejado de hacerlo tras implantarse las medidas de austeridad”. Tener o no tener burbuja explica una mejor resistencia, pero hay otros factores que revelan cómo localidades como Villanueva de la Serena (Badajoz) están a la cabeza de las menos vulnerables: dispone de una economía basada en el sector agroalimentario, se aprecia una política de desarrollo social y ha mantenido servicios sociales.
La clasificación de las más resistentes está repleta de ciudades vascas y ese es un hecho que parece más evidente. “Esas ciudades apostaron por una economía diversificada”, señala el estudio, “mantuvieron una industria renovada y cierta capacidad exportadora, base para localizar servicios empresariales avanzados que favorecen la innovación y generan empleo de mayor calidad”.
Los autores del Atlas sacan sus conclusiones para evitar que una futura crisis produzca efectos tan devastadores. Apuestan por construir una nueva “cultura del territorio”, un “urbanismo integrado” y una nueva gobernanza territorial.
Cuestiones
A.
Análisis del mapa
1.
En el primer mapa, enumera las provincias que
han tenido una vulnerabilidad muy alta
2.
En el primer mapa, enumera las provincias que
han tenido una vulnerabilidad muy baja
3.
En el segundo mapa basado en la
vulnerabilidad inmobiliaria, enumera las provincias que han tenido una
vulnerabilidad muy alta y muy baja
B. Análisis del
texto
1.
Define estos términos: demógrafo,
homogéneo, exposición al riesgo, actividades fuertemente cíclicas, empleo poco
cualificado y precario, polígonos industriales, PIB por habitante, hipotecas,
ejecuciones hipotecarias, emancipación juvenil, burbuja inmobiliaria, medidas
de austeridad, el sector agroalimentario, una nueva gobernanza
territorial.
2. ¿Qué es el CSIC?
3.
¿En qué poblaciones se ha realizado el
estudio?
4.
¿Qué ha pretendido revelar el estudio?
5.
¿Qué método se ha seguido, es decir, qué
instrumentos se han utilizado para realizar el atlas?
6.
¿Qué perspectiva abría el estudio?
7.
¿Donde se sitúa la España perdedora? ¿y la
resistente a la crisis?
8.
¿Dónde ha sido máximo el impacto de la actual
crisis? ¿Por qué?
9.
¿Qué tipo de indicadores utilizaron los
expertos? Enuméralos
10. ¿Cuál
fue una sorpresa relativa del estudio? ¿Por qué?
11. ¿Por
qué las ciudades vascas han sido de las más resistentes a la crisis?
12. ¿Que
proponen los autores del Atlas para evitar que una futura crisis produzca
efectos tan devastadores?